El inesperado legado de Obama: ocho años de guerra continua

El Presidente Obama acepta el Premio Nobel de Paz en Oslo en 2009. Desde ese entonces, ha tratado de cumplir sus promesas para evitar guerras. CreditDoug Mills/The New York Times
GUERRA, SANTO DOMINGO, RD. En WASHINGTON — Cuando el Presidente Barack Obama asumió el poder hace siete años, prometió poner fin a las guerras que heredó de su antecesor, George W. Bush. El 6 de mayo, a solo ocho meses de salir de la Casa Blanca, Obama alcanzó un triste hito que casi ha pasado desapercibido: lleva en guerra más tiempo que Bush o que cualquier otro presidente estadounidense.

Si Estados Unidos sigue en combate en Afganistán, Irak y Siria hasta el final del mandato de Obama –un hecho casi seguro ya que el presidente informó hace poco que enviará a Siria otras 250 fuerzas de Operaciones Especiales– dejará un legado inesperado: será el único presidente en la historia de Estados Unidos en ejercer su mandato de ocho años con el país en guerra.
Obama ganó el Premio Nobel de la Paz en 2009 y durante el tiempo que lleva en la Casa Blanca ha tratado de cumplir las promesas de acabar con la guerra que hizo como candidato, pero pasará a la historia como un presidente que ha mantenido al país en guerra más tiempo que Franklin D. Roosevelt, Lyndon B. Johnson, Richard M. Nixon o incluso que Abraham Lincoln.
Eso sí, Obama dejará menos soldados en peligro (aproximadamente 4.087 en Irak y 9.800 en Afganistán) que los 200.000 que heredó de Bush en esos países. Pero Obama también ha autorizado ataques contra grupos terroristas en Libia, Pakistán, Somalia y Yemen, lo que eleva el total a siete países en los que su administración ha desarrollado acciones militares.
“Ningún presidente quiere ser un presidente de guerra”, afirmó Eliot A. Cohen, historiador militar de la Universidad Johns Hopkins que apoyó la guerra en Irak y cuyo hijo combatió en ese lugar en dos ocasiones. “Obama entiende la guerra como un instrumento que debe utilizar a regañadientes. Pero hemos librado estas extrañas guerras por mucho tiempo. Hemos causado muchas muertes. Hemos dejado muchas víctimas”.
Obama ha luchado con esta realidad desde su primer año en la Casa Blanca, cuando caminó entre las lápidas del Cementerio Nacional de Arlington antes de dar la orden de enviar a otros 30.000 soldados a Afganistán.
Sus asesores más cercanos comentan que ha preferido las operaciones encubiertas limitadas y ataques con drones porque es consciente del peligro que conlleva el escalamiento de las hostilidades y ha dudado de manera consistente que las intervenciones militares de Estados Unidos cumplan su objetivo.
En público, Obama reconoció la contradicción entre su mensaje de campaña y las necesidades del gobierno. Cuando aceptó el Nobel en diciembre de 2009, declaró que la humanidad necesita reconciliar “dos hechos aparentemente irreconciliables: que la guerra a veces es necesaria y que la guerra es, de cierta manera, una expresión de desatino humano”.
El presidente ha afrontado estas guerras, en sentido estricto, como desafíos a la seguridad crónicos pero manejables, y no como una campaña de movilización nacional, como sí sucedió en la Segunda Guerra Mundial o, en menor medida, durante la guerra de Vietnam. La larga duración de las campañas militares del país reflejan, según algunos historiadores militares, una definición cambiante de guerra.
“Es la diferencia entre ser un presidente de guerra y un presidente en guerra”, opinó Derek Chollet, que trabajó en el Departamento de Estado y la Casa Blanca durante el primer periodo de Obama y fue secretario adjunto de defensa para asuntos de seguridad internacional de 2012 a 2015.
“Ser un presidente de guerra significa que todos los elementos de política exterior y poder estadounidense se supeditan a combatir la guerra”, dijo Chollet. “Lo que ha querido hacer Obama, y por lo que ha procurado no aumentar el número de tropas, es no desestimar otras prioridades”.
Pero ha sido terriblemente difícil para Obama terminar esos conflictos. El 21 de octubre de 2011, anunció que el último soldado de combate abandonaría Irak al finalizar ese año, lo que pondría fin a 8 años de guerra. “Nuestros soldados definitivamente estarán en casa para las fiestas de fin de año”, dijo Obama en la Casa Blanca.
Menos de tres años después, declaró en televisión nacional que enviaría 475 asesores militares a Irak para colaborar en la batalla contra el Estado Islámico, el grupo terrorista que arrasó el territorio por el vacío de seguridad creado tras la retirada estadounidense. El mes pasado, más de 5000 soldados estadounidenses aún estaban en Irak.
Este mes, un intenso tiroteo entre combatientes del Estado Islámico y Navy SEALs en la región norte de Irak –en el que falleció Charles Keating IV, soldado de operaciones especiales de guerra y el tercer estadounidense muerto desde que comenzó la campaña contra el Estado Islámico– evocó los días más sangrientos de la Guerra de Irak. También sembró dudas acerca del discurso que mantiene la administración de que los estadounidenses solo estaban asesorando y ayudando a las fuerzas locales.
La situación en Afganistán evolucionó en un ciclo similar de esperanza y decepción. En mayo de 2014, Obama anunció que Estados Unidos planeaba retirar al último soldado de combate a finales de 2016.
“Los estadounidenses han descubierto que es más difícil terminar una guerra que iniciarla”, declaró el presidente en el jardín de rosas de la Casa Blanca. “Pero así es como se terminan las guerras en el siglo XXI”.
Diecisiete meses después, Obama suspendió la retirada e informó al país que planeaba dejar más de 5000 fuerzas en Afganistán hasta principios de 2017, cuando termina su presidencia. En ese entonces, los talibanes controlaban más territorio en el país que en cualquier otro momento desde 2001.
Más que Bush o Clinton, Obama ha librado la guerra en múltiples frentes contra los terroristas. Funcionarios del Pentágono se refirieron a esta situación como “la nueva normalidad”. Para quienes trabajaron en la administración Obama fue una experiencia inevitable.
“En mi carácter de coordinador de Medio Oriente, en realidad sentí que el ritmo era de tiempo de guerra”, subrayó Philip H. Gordon, que trabajó en la Casa Blanca de 2013 a 2015.
Aun así, Gordon y otros antiguos funcionarios hacen una clara distinción entre las guerras del siglo XXI y las del siglo XX. En primer lugar, el congreso no autorizó específicamente ninguna de las campañas militares de Obama ni emitió una declaración de guerra (no lo ha hecho desde la Segunda Guerra Mundial).
No está claro si el sucesor de Obama seguirá el mismo enfoque. Hillary Clinton, quien busca la nominación presidencial del Partido Demócrata, se ha mostrado más receptiva al combate militar convencional que Obama. El virtual candidato del Partido Republicano, Donald Trump, se comprometió a bombardear al Estado Islámico hasta hacerlo desaparecer, aunque ha enviado mensajes contradictorios sobre su disposición a desplegar tropas terrestres estadounidenses en conflictos extranjeros.
Algunos historiadores militares creen que los presidentes probablemente deciden encoger o estirar la definición de guerra según sus propósitos políticos.
“Ni Clinton ni Obama se identificaron como presidentes de guerra, pero Bush sí lo hizo”, recordó Richard H. Kohn, profesor emérito de historia y paz, guerra y defensa de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
“La guerra se remonta a miles de años atrás en la experiencia humana”, recalcó. “Sabemos que tiene una enorme variedad de definiciones”. RED DE NOTICIAS, PARA EL MUNDO.
Share on Google Plus

About GLOBORTVI

This is a short description in the author block about the author. You edit it by entering text in the "Biographical Info" field in the user admin panel.

0 comentarios:

Publicar un comentario

CONTACTOS

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *